Aunque no existe una única definición de cuidado, podemos decir que cuidar es una actividad que integra dos elementos fundamentales: el interés por el bienestar de los y las demás, y las prácticas orientadas a la satisfacción de sus necesidades.
Es común que quienes desarrollan trabajos o actividades de cuidado vean afectado negativamente su propio bienestar.
Experiencias como el burn-out o agotamiento crónico, así como el desgaste por empatía, reflejan el impacto físico, emocional y mental que experimentan las personas que acompañan o apoyan a otros seres humanos que requieren cuidados, como niños y niñas, personas mayores, personas enfermas, o quienes enfrentan situaciones estresantes derivadas de la violencia o de condiciones de alta vulnerabilidad social o económica.
Al mismo tiempo, también se ha observado que estas labores pueden generar beneficios para los y las cuidadoras. La satisfacción por compasión es un ejemplo de ello, pues da cuenta del gozo de ayudar a otros y otras, lo cual se relaciona con el crecimiento personal y profesional de quien cuida, en especial con su sentido de vida.
Es importante reconocer que, más que una tarea individual, el cuidado requiere de una red o equipo de personas que desarrollen en conjunto las funciones necesarias para responder a quienes lo necesitan. Del mismo modo, los cuidadores y las cuidadoras requieren de su propia red de apoyo para recibir cuidado. Por ello, resulta fundamental implementar estrategias tanto individuales como colectivas que permitan prevenir y atender el burn-out y el desgaste por empatía, así como fomentar la satisfacción por compasión, el apoyo mutuo y el bienestar general.
En este marco, el curso busca generar un contexto seguro de expresión y contención emocional en el que las y los participantes se sientan cómodos para compartir sus experiencias en torno a estas temáticas, desarrollar estrategias de autocuidado y fortalecer competencias de cuidado mutuo en sus equipos de trabajo y redes de apoyo.